martes, 1 de octubre de 2013

MARIPOSA UN CASO DE MI PRÁCTICA

Mariposa es una yegua árabe tordilla de 7 años, que sufrió una insuficiencia hepática aguda. Fue tratada por un colega que cubrió la emergencia, y luego la dueña que trata a sus animales con homeopatía, me llamó para ver como podía complementar el tratamiento.

Cuando la vi por primera vez se encontraba muy mal, con las mucosas amarillas, sin ganas de comer, quieta, triste, apática, parada en un rincón. Durante la consulta, le hice un masaje con el objetivo de conocerla, relajarla y estudiarla. Al principio no parecía muy interesada, realmente se sentía muy mal. Pero continué trabajando para encontrar algún punto de relación y contacto. A la media hora de comenzado el masaje, comenzó a bostezar, a mirarme y a prestar atención a la situación, que era novedosa para ella. Trabajé muy suave con las manos planas ejerciendo una ligera presión en diferentes puntos de su cuerpo. Cuando pude profundizar el contacto, ubiqué mis manos sobre la región hepática deslizándolas suavemente hacia la columna vertebral para trabajar sobre las vértebras por donde pasan los nervios que inervan la región. En determinado momento crujió en la zona de las vértebras torácicas y luego de este hecho comenzó a mirarme con más atención, volvió a bostezar,  y continuó con un abrir y cerrar de la boca relajando la mandíbula, la articulación atlanto-occipital y la atlanto-axoidea, es decir, la región de la nuca. Concluí el masaje integrando todo su cuerpo y estirando una vez más la columna con un trabajo específico a la altura de la cola sobre las vértebras coccígeas con el objetivo de influir a través de estas vértebras en el sistema nervioso.

Además le prescribí Aurum, un medicamento homeopático que cubre los síntomas hepáticos con ictericia junto con los síntomas mentales de pena y cólera reprimidas, que esta yegua presentaba. Desde el punto de vista de la medicina china, el hígado es un órgano relacionado con la ira y la pena. Esta yegua había sido separada de su hijo, la habían llevado a un lugar nuevo para ella, donde era rechazada por la manada de caballos criollos donde había sido ubicada. Evidentemente, estos hechos la habían hecho sufrir.  Tal vez la yegua había tenido alguna enfermedad hepática en su vida, pero este hecho no lo pude comprobar porque faltaba su historial clínico. Como la yegua vivió pensionada en distinto lugares, su dueña que no vivió con ella, no conocía su historia clínica. El único dato peculiar, es que tuvo un jinete con quien se entendía muy bien, que tuvo que dejar el lugar y no lo volvió a ver. Otro dato, es que la yegua tenía mucho contacto con la gente donde vivía antes de ser separada del potro. Donde se encontraba cuando se enfermó súbitamente, aunque el contacto con las personas era “normal”, no era el contacto al que estaba acostumbrada, por lo cual realmente en su "sentir" estaba sola. Hago estos comentarios porque pude identificar mejor su necesidad de contacto, posteriormente durante el segundo masaje.

Al día siguiente de la primera consulta, el otro colega volvió a tomar una muestra de sangre. A las 48 horas de este nuevo tratamiento (junto con el tratamiento de sostén recetado por el colega), la bilirrubina había descendido en dos puntos, la yegua comía muy bien y  jugaba.  Volví a verla unos días después y le hice otro masaje. Se sentía mucho mejor, y esta vez, se contactó conmigo más intensamente. Me miraba, bostezaba mucho, se movía y me mostraba los lugares donde le hacía bien el contacto. Uno de ellos como la primera vez, era la región de la nuca. ¿Porqué es importante este dato?. Por qué si bien la entidad clínica fue una insuficiencia hepática, la mayoría de las veces el origen del problema está lejos de la lesión. La nuca del caballo es sumamente importante, es la unión del cerebro con el cuerpo. Una nuca sana mantiene el flujo de información nerviosa, el equilibrio y balance natural del caballo.

Esta yegua estaba en proceso de doma. Aunque era una doma racional, aparentemente se había tensado en esa región. Creo que por alguna maniobra antigua y no del momento. Por lo tanto, para ella fue curativo relajar esa región, pues hay que tener en cuenta que a partir de allí se emiten las respuestas motoras y sensitivas provenientes del cerebro, respuestas que pueden estimular o no un proceso terapéutico. Durante este segundo masaje estuvo continuamente conectada conmigo, cerca, haciendo presión con su cuerpo contra el mío. Trabajé con diferentes técnicas, usando de cada una lo que el animal me pedía: Reiky, acupresión, estiramientos y suaves movimientos de balanceo de todo su cuerpo con el fin de estimular su propia energía curativa.

Como terapeuta busco que el caballo participe de su proceso de curación. ¿Cómo lo hago? Estimulando su atención hacia mí. No es lo mismo trabajar con un caballo que está comiendo que con uno que está atento a la situación. Cuando Mariposa comenzó a interesarse por lo que le hacía, fue porque empezó a sentirse mejor. Dejó de estar apática y se concentró en el trabajo. De este modo, me enviaba más información corporal para trabajar con ella. De algún modo se le dice al animal, que él puede ayudarse a sí mismo. Actualmente Mariposa está en un proceso de franca recuperación.

Nuestras manos son muy sensibles y aptas para el proceso curativo. Cuando un bebé llora porque tiene un cólico, la madre intuitivamente pone sus manos en el abdomen para aliviar el dolor y generalmente lo logra. Esta habilidad necesita ser desarrollada y como todo aprendizaje, lleva tiempo. Algunas personas que tratan con caballos tienen más sensibilidad que otras. El masaje como las diferentes terapias corporales, son un arte que necesita tiempo y práctica para desarrollarse.

Anahí Zlotnik – Veterinaria MP 4746


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